Nacido en Bruselas en 1914, Julio Florencio Cortázar es mundialmente conocido por su obra Rayuela, aunque tiene otros escritos de similar calidad.
El propio Cortázar relata los primeros años en una misiva enviada desde París en 1963: “Nací en Bruselas en agosto de 1914. Signo astrológico: Virgo, por consiguiente, asténico, tendencias intelectuales, mi planeta es Mercurio y mi color el gris (aunque en realidad me gusta el verde).
El genio continúa: “Mi nacimiento fue producto del turismo y la diplomacia: a mi padre lo incorporaron en una misión comercial cerca de la legación argentina en Bélgica, y como acababa de casarse se llevó a mi madre a Bruselas. Me tocó nacer en los días de la ocupación de Bruselas por los alemanes, a comienzos de la primera guerra mundial”.
Este escritor, cuya obra se expande a lo largo y ancho de su ser, sobresale por Rayuela. El libro puede resultar denso en un principio. Sin embargo, jugar con el orden que propone el autor en la introducción supone un plus para la imaginación y el deleite del lector.
Podemos decir que Cortázar es un deconstructor de la realidad en la que plasma a unos personajes más o menos cercanos. Rayuela es una obra marcada por la diferencia con respecto a otras obras del argentino.
La narración es sencilla: un hombre argentino no tan joven en París y su vida junto a La Maga, que entraña discusiones sobre cualquier tema y lo conducen al punto de vista filosófico, existencial. Raya con la obsesión, el enamoramiento y la pérdida.
Tras ello, nos hallamos con el regreso del hombre argentino a Buenos Aires y asistimos al reencuentro con su amigo Traveller, el conocimiento de su esposa Talita y la obsesión que renace en el personaje principal: Talita es La Maga, La Maga es Talita.
Y en este devenir narrativo la vida se mueve como en el juego de la rayuela: a impulsos, patadas, de nivel a nivel, superándose. Los que se quedan en el camino tienen que recomenzar o abandonar el juego, la vida, en definitiva.
Así contada y descrita, Rayuela parece una novela más. Sin embargo, decir que es diferente y presta a deleitar es una obligación para todo lector que se haya acercado a ella. Y es que, querido lector, a Rayuela hay que acercarse con la mente y el corazón abiertos, dispuestos a vivir y degustar nuevas maneras de narrar.
